PATERNA,LA CUNA, "NACIDOS PARA MONTEAR"

 

En el municipio onubense de Paterna del Campo siempre cazaron con unos perros apodencados muy característicos que ahora tienen fama nacional por su eficacia en monterías y batidas. Pero cómo es y cómo caza el “podenco paternino”.

Dejando a un lado fincas emblemáticas de montería y perros y perreros de tronío, antes de que en los años 70 u 80 nuestras manchas se llenaran de reses y las monterías y batidas se popularizaran, en todas las serranías españolas siempre hubo cazadores que de vez en cuando, o con asiduidad, se juntaban para darle un susto a los pocos cochinos y venados que tenían la osadía de aparecer en sus dominios.

Eran cazadores humildes, pero de raza; duros, rústicos y desde luego grandes conocedores de la tierra que pisaban. Cazaban con perros del lugar de razas indefinidas y cuyos orígenes se perdían en la noche de los tiempos, aunque todos tenían rasgos parecidos por estar al fin y al cabo emparentados.

Aquellos perros, por fuerza, tenían que valer para cazar porque si no se despachaban sin miramientos. Se aplicaba a rajatabla el dicho “come lo mismo un perro bueno que otro malo” porque la vida era dura y el alimento no sobraba. Los perros comían generalmente sobras o pan duro.

Esta dureza de la vida rural española trajo, sin embargo, unos perros muy encastados, seleccionados durante siglos sólo por su valía cinegética, no por su estampa, padreando sólo los mejores. Y hacían lo mismo tanto a la caza menor, sobre todo al abundantísimo conejo, como a las entonces escasas reses.

En muchos pueblos de Huelva también hubo perros así, algunos míticos, que en función de que le pusiesen o no un cencerrillo, cazaban la menor o la mayor.

Estos encastes, desgraciadamente, fueron desapareciendo de nuestros pueblos. Se mezclaron con otros perros venidos de fuera o simplemente se fueron marginando pensando, como casi siempre, que lo mejor venía de fuera.

Paterna, la cuna. Sin embargo hubo pueblos, o comarcas, que por diversas circunstancias supieron mantener sus perros de siempre porque sencillamente se dieron cuenta que eran mejores. Es lo que pasó con el perro paternino, llamado así por tener su cuna en el municipio onubense de Paterna del Campo.

Paterna del Campo está situada en la comarca del Condado-Campiña, pero por poco. Por el norte linda ya con la Sierra de Huelva y de hecho gran parte de su término municipal es terreno forestal donde abundan las dehesas de encinas y alcornoques, muchas veces vestidas de duro matorral mediterráneo. Y desde hace muchos años también el eucalipto papelero, que se asentó en preciosas dehesas que fueron literalmente arrancadas, algo inadmisible en nuestros días.

Pues bien, en esta comarca en la que la campiña y la sierra hacen linde, nació, no se sabe cuándo, el perro paternino. Sin embargo hay un antes y un después en la historia de este perro a partir del nacimiento, en 1945, de un ejemplar fuera de serie, un perro mítico llamado Julio, que al parecer no paró en toda su vida de cazar y, lo que fue más importante para el futuro del paternino, de padrear con excelentes resultados.

Este perro, de rasgos apodencados como el resto de paterninos, era excepcional en la caza. Su fama hizo que todo aquel que tuviese una buena perra buscará cruzarla con Julio, que además tenía la virtud de transmitir a sus descendientes sus excepcionales cualidades.

De este perro se criaron muchísimas camadas y casi todas, según los cazadores que las conocieron, salieron magníficas.

Fue a partir de la popularización de las monterías y por tanto de las rehalas cuando el paternino empezó a conocerse y a valorarse fuera de su comarca de origen.

 

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